martes, 14 de septiembre de 2010

De parte de ETA.


Floto y puedo ver la Tierra frente a mí mediante una especie de visión espacial. Acerco mi vista cada vez más hacia el continente africano, con unos movimientos característicos de Google Earth. Cada vez más y más zoom hasta que me detengo en un país del Sur ya que, alguien me ha contado que está en conflicto y a punto de dividirse. Tengo que ir allí; mi misión está allí.

Ahora, ya en una ciudad de este país, trabajo con dos hombres más.

 Nos encontramos a las afueras de la ciudad, caracterizada por el vasto paisaje,  detrás de uno de los muros de dos a tres metros de alto que rodean a la única carretera de aquel lugar. Nuestra misión es llevar unas bolsas de 20.000 € al otro lado del muro contrario a nosotros.  Sabemos que en aquella zona hay peligro y si nos pillan con las bolsas nos mataran así que, decidimos hacerlo en dos turnos: primero una bolsa con 10.000 € y luego otra.
Saltamos los tres nuestro muro y, una vez está despejada la carretera, cruzamos hacia el otro lado para lanzar las bolsas por encima del muro. Somos claramente sospechosos y en menos de un minuto unos soldados americanos comienzan a dispararnos, obligándonos así a correr  ante el peligro de una carretera repleta de coches de lujo circulando a gran velocidad; coches los cuales pisoteamos sin piedad hasta que conseguimos volver a nuestro muro para ponernos a salvo y reorganizarnos. 

Una vez allí, los hombres, ahora encapuchados, me dicen que es mi turno. Me visten de negro, me encapuchan y mientras uno saca un móvil de su bolsillo y lo pone en mis manos, el otro me da órdenes: “Tienes que conseguir que llegue al otro lado. Es nuestra última oportunidad o estaremos muertos”.  Una vez equipada con todo tipo de armas, salto nuestro muro volviendo a cruzar la carretera hasta llegar al otro muro, por donde me paseo con disimulo hasta que veo a un soldado americano apuntándome con una metralleta desde un árbol, el cual no recordaba del primer viaje. Sé que cuanto más avance, más cerca estoy de él y más acierto tendrá con sus disparos por lo que, freno paulatinamente mi paseo.
Sólo me queda una solución así que, repentinamente, arrojo el móvil con todas mis fuerzas  hacia la parte interior del muro y al tiempo que me alejo corriendo, grito en otro idioma: “¡Bomba! ¡Ahí tenéis una bomba! ¡De parte de ETA!” pero, antes de que el, ahora, móvil-bomba explote, un numeroso grupo de soldados americanos me disparan. Yo, a pesar de haber saltado ya mi muro, y por lo tanto estar protegida, sigo percibiendo los disparos en mi cuerpo de modo que continúo corriendo a través de enormes avenidas de la ciudad hasta que encuentro un callejón adecuado, donde considero que puedo esconderme y sentirme absolutamente segura. Me siento al lado de un contenedor y espero hasta poder recuperar mi sofocada respiración.   

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